Sabor sin carne, actitud sin filtros. Good Shit planta cara a los prejuicios desde el corazón de Gràcia.
Steffen Schwörer, cofundador y director ejecutivo de Good Shit.
Pongamos las cartas sobre la mesa: el kebab siempre ha sido ese antojo de madrugada que todos recordamos con una mezcla de culpa y placer. Pero ¿qué pasa cuando ese giro de carne grasienta se transforma en una propuesta vegana, ética y (spoiler) deliciosa? Pues pasa que nace Good Shit, un take away de Gràcia que ha convertido el kebab en el plato favorito incluso de los más escépticos del mundo plant-based.
Detrás de esta movida están Steffen y Paola, pareja germano-barcelonesa que apostó todo al kebab vegano en plena pandemia para abrir un local sin cristaleras, con un grafiti monocromático por fachada y una misión tan sencilla como ambiciosa: cambiar la manera en la que pensamos (y comemos) kebabs. Bienvenidos a la revolución del durum.
Steffen no es chef ni hostelero de toda la vida. Era consultor en sostenibilidad y, como él mismo dice, “con muchas ganas de hacer algo”. Vegano convencido, amante del street food y con un paladar nostálgico de kebab berlinés, decide junto a su mujer abrir Good Shit en marzo de 2021. “Soy alemán, y en Alemania el kebab es el street food más comido. Como vegano, me faltaba ese sabor”, comenta con honestidad brutal. ¿La solución? Crear su propia versión, marinando seitán con un arsenal de especias y sirviéndolo como si de carne se tratara.
La carta es corta, directa y pensada para los que vienen buscando kebab vibes sin rodeos: durum o pan de pita, con tres tipos de proteína (seitán, heura o falafel) y salsas caseras que son para llorar de la emoción. El top ventas, sin discusión: el durum de seitán. “Mi cliente ideal es el que quiere comerse un kebab una vez a la semana. No hace falta más”, dice Steffen entre risas.
Aunque el negocio noce con el corazón puesto en el delivery, las ideas de expansión no se descartan. Eso sí, con cabeza. “Estamos valorando abrir la propuesta al dining, pero con mucho cuidado”, explica. Todo, sin perder de vista el objetivo principal: ofrecer una comida increíble, sí, pero también empujar hacia un sistema alimentario más sostenible.
La digitalización también juega su papel. Con herramientas como Last.app y Glovo perfectamente integradas, Steffen ve la tecnología como un aliado para estandarizar, escalar, o simplemente hacer las cosas bien. “El control de turnos, el sistema de ventas, el control de gasto... todo tiene que estar bien conectado”, dice con la convicción de quien se ha pegado con hojas de Excel una y mil veces.
¿Y la competencia? Más bien escasa. “Me sorprende que todavía no haya más kebabs veganos en Barcelona”, admite. Pero lejos de verlo como una amenaza, lo interpreta como una oportunidad para formar conciencia y derribar prejuicios: “No vendemos solo a veganos. Desde el principio, nuestra idea ha sido llegar a todo el mundo. Queremos que la gente descubra que puede comerse un kebab sin carne... y que esté buenísimo”.
Steffen y Paola sabían que para atraer a un público no vegano había que evitar el tono de “evangelización” que a veces repele. Por eso, han apostado por sabores familiares, por el atractivo universal del kebab, y por un branding moderno que conecta con una generación más consciente, pero también más crítica y visual. “No te tienes que hacer vegano para venir aquí”, recalca Steffen, y se nota que lo dice en serio.
El local funciona como take away, pero no deja nada al azar: la decoración interior, las bebidas seleccionadas (kombuchas artesanales) y los postres rotativos completan una experiencia que va más allá del simple “comer sano”. Es una forma de activismo cotidiano, sabroso y accesible. Comer un kebab sin carne ya no es una rareza ni un sacrificio: es una elección con sabor a futuro.
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